Educacion Fisica Escolar
Prof Gregorio Ortiz

el niño de 9 a 11 años



 


Los niños de 9, 10 y 11 años atraviesan una etapa de transición entre la infancia y la pubertad donde los cambios físicos son diferentes para chicos y chicas. A nivel psicológico empiezan a comportarse de manera distinta y a expresar intereses particulares.
A nivel emocional tanto para los niños como para las niñas el grupo de amigos adquiere gran relevancia. Los padres de niños entre los 9 y los 11 años debemos tener clara la importancia de las normas y el diálogo para afrontar estos nuevos cambios.
Los niños de 9, 10 y 11 años siguen creciendo en altura y peso a un ritmo normal, aunque en estos años es cuando suele aparecer el fenómeno de los “estirones”. Por norma general, los chicos suelen ser más altos y pesados que las chicas. Y en esta etapa se produce un hecho muy importante: el desarrollo empieza a ser diferente en niños que en niñas. A partir de los 10 u 11 años en las chicas se inicia el desarrollo del pecho, las caderas se ensanchan, la musculatura se afina… Sin embargo, el desarrollo de estos caracteres sexuales en chicos es algo posterior.
Este desarrollo físico distinto en chicos y en chicas tiene su reflejo a nivel psicológico. Las niñas de 9, 10 y 11 años  empiezan a relacionarse más entre ellas y hacen grupo. Les gusta más pasar las horas hablando o jugar a juegos tranquilos donde haya mucha interacción oral. Los chicos de esta edad también hacen pandilla y suelen escoger juegos muy activos con mucho contacto físico.
A nivel emocional, tanto los niños como las niñas de 9, 10 y 11 años inician una separación cada vez mayor de sus padres. Las normas familiares son las que rigen su comportamiento pero empiezan a ser conscientes de que en la familia de sus amiguitos, los padres hacen y exigen cosas diferentes. Es posible que empiecen a cuestionar a los padres sobre la manera en la que ellos hacen las cosas. También empiezan a tener más conciencia del contexto social y les empiezan a preocupar temas como la muerte de alguno de sus progenitores, el divorcio, las guerras, la política, etc. El grupo de amigos cobra mayor importancia y es el momento en que ellos
mismos piden quedarse a dormir o pasar la tarde en casa de algún compañero. Es un momento propicio para que aparezcan las mentiras, el engaño, el cuestionamiento de las normas o las malas contestaciones como parte de esa independencia, que se está fraguando y que alcanzará la cima en la adolescencia.
A partir de los 9, 10 y 11 años empiezan a producirse cambios corporales en los niños debido al desarrollo de los caracteres sexuales secundarios. Los cambios en su cuerpo también llevan asociados cambios psicológicos. Los niños y niñas de esta edad se sienten raros e inseguros. No entienden del todo esta transformación ya que su instinto sexual aún no se ha despertado y no lo hará hasta la adolescencia.
El cuerpo de los niños de 9 a 11 años empieza a cambiar
 Los 9, 10 y 11 años suponen en los niños y niñas el inicio de la aparición de las características sexuales secundarias.
Los caracteres sexuales secundarios de las niñas, por lo general, suelen aparecer antes que en los niños. En concreto, las niñas empiezan a desarrollar las glándulas mamarias con un abultamiento muy ligero, lo que se llama el botón mamario. Aparece el vello púbico, se empieza a acumular grasa en torno a glúteos y muslos. Las caderas se ensanchan. El cuerpo se prepara para la llegada de la menstruación, hecho que sucede entre los 9 y los 16 años.
Los caracteres sexuales secundarios en los niños implican una musculatura más desarrollada, ensanche de tórax y hombros, mayor cantidad de vello corporal, salida del vello facial, voz más grave y depósito de grasa en torno al abdomen.
El cuerpo de los niños de 9 a 11 años empieza a cambiar. Además, los niños hasta este momento tienen escaso conocimiento sobre la sexualidad y su instinto sexual aún no se ha despertado y no lo hará hasta la adolescencia. Así pues, estos cambios muchas veces les
hacen sentir raros e inseguros.
En ocasiones, no saben qué les pasa ni a quién acudir para resolver sus dudas. Los más indicado es recibir información sobre los cambios físicos desde la familia y el colegio. Todavía no es momento de hablar sobre sexualidad sino sobre el cuerpo y las nuevas circunstancias a las que habrá que hacer frente.
En el aspecto de su desarrollo intelectual esta edad queda incluída en la etapa del subperíodo de las operaciones concretas, según la división de Piaget, pero en un estadio ya muy avanzado de este periodo. Su juicio sobre las cosas ya no depende de su conveniencia; los conocimientos que adquiere son el trampolín para adquirir otros nuevos conocimientos, dándose cuenta de la utilidad de los mismos y
puede, con facilidad, hacer uso de las capacidades de observación, reflexión, análisis y síntesis.
Su principal vehículo de conocimiento es la palabra, tanto oral como escrita y tanto en el aspecto comprensivo como expresivo, por lo que no podemos dejar de insistir en la importancia que el lenguaje tiene en el niño puesto que todos los psicolingüistas y los psicólogos en general, siempre ponen el énfasis en la incidencia que la inteligencia tiene en el desarrollo correcto de la lengua y en cómo el uso de un lenguaje correcto facilita la maduración intelectual.
A partir de los 7 años, con el inicio del pensamiento lógico que implica la capacidad de reversibilidad y cuyo desarrollo se va realizando hasta los 11-12 años, donde empezará otra forma de pensamiento, la implicación de esta evolución intelectual no se reflejará sólo en su manera de pensar o razonar, sino que repercutirá en toda la vida social del niño, en sus relaciones personales. La capacidad de reversibilidad relacionándola con la socialización permite que el niño pueda ponerse en el punto de vista del otro y captar sus intenciones.
Ya a los 7 años, los niños se buscan para jugar juntos, pero será en estas edades, entre los 9-10 años, cuando el juego, el grupo, la cooperación, adquieren su pleno significado.

Un niño de 9 años tiene por fuerza que pertenecer, aunque sea esporádicamente, a un grupo o al menos, tener un amigo. De no ser así, puede indicar problemas de carácter y personalidad. La amistad entre iguales, el grupo, el juego con sus reglas, serán lo que irá desarrollando poco a poco la moral del individuo. Si un niño sólo se relaciona con adultos, se convertirá en un ser heterónomo, dependiente, incapaz de actuar y juzgar por sí mismo. Es entre sus iguales y a través del juego mayormente, donde el niño adquiere su autonomía, su independencia y el sentido de su futura libertad individual y seguridad de criterios.
En una cuidadosa observación de grupos de niños jugando, podemos advertir cómo casi siempre se encuentra un cabecilla, un líder, sobre todo entre el sexo masculino; en los grupitos de niñas, la líder ya no es tan frecuente. Entre los 7-9 años, ese líder suele ser elegido por su habilidad física, basado en la ley de la fuerza y el grupo tiene la apariencia de una pequeña sociedad dictatorial. Estos matices cambiarán a partir de los 10 años, aproximadamente.
El paso de la heteronomía, a la conquista de la autonomía, podemos verlo en cómo los niños aceptan las reglas del juego. En la etapa anterior a los 7 años, las reglas venían de fuera, eran sagradas e intocables (aunque puestos ya en el juego se olvidaban de que había
reglas y no las tenían en cuenta), pero en esta edad las reglas ya no están condicionadas por una coacción exterior y se pueden modificar si todos los componentes del grupo consienten en ello.
Las trampas, las mentiras, las acusaciones, son severamente condenadas por sentirlas como una deslealtad al grupo. Son inflexibles, sobre todo, ante las trampas en el juego, adoptando una actitud de estricta vigilancia para que nadie se atreva a cometerlas. En el
fondo, sucede que cada uno de ellos tiene ganas de hacer lo que sea lícito o ilícito para ganar, pero en el grupo está su fuerza y es la conciencia del grupo la que ayuda a la conciencia individual.
Como denominación más propia de esta edad, podemos usar la de "etapa de introyección". El niño de 9 años intenta captar todo lo que el mundo exterior le ofrece para adaptarlo a su mismidad, por lo que su comunicabilidad y sociabilidad es amplísima. Se da cuenta de que el valor y sentido de las cosas no son sólo lo que a él le parecen sino que sirven también para otros.
Aunque tradicionalmente se considere esta edad de los 9 años, y en general toda la etapa que va desde los 7 años a los 11 años,aproximadamente, como la edad feliz o como dice el psicoanálisis "edad de latencia", no se puede tomar en su sentido
estricto. Los cambios que se están realizando en su sistema neurohumoral se traslucen en una emotividad muy lábil; hay en su interior sentimientos, tensiones, pulsiones, a veces en grados tan fuertes que llegan a culpabilizarse en gran medida. Esto se pone de manifiesto en sus miedos, sobre todo en los sueños, una de las cosas que más temor puede provocarle. Suelen ser sueños terroríficos,amenazantes, ya que según la teoría psicoanalítica, todo sueño tiene un componente latente debajo de su contenido manifiesto y es en los sueños donde aflora lo que durante el día le pudo haber perturbado y que no había sentido gracias a la gran actividad que despliega cuando está despierto. Aunque se pueda pensar lo contrario, el niño de esta edad tiene fluctuaciones anímicas fuertes y su vida emocional es compleja y con bruscos cambios. Toda esta temática provocará en él depresiones pasajeras, que en el caso de ser frecuentes, habrá que buscar ayuda profesional, ya que será un síntoma de perturbaciones anómalas. Dentro de su familia se siente como un miembro importante, queriendo que se le tome en serio, aunque necesita mucho de la atención de sus padres e incluso de los "mimos" a un nivel físico. Es el momento óptimo de la identificación con el padre de su propio sexo y tiene una gran necesidad de diálogo con ambos. Si los padres actúan con habilidad, el niño contará sin problemas sus vivencias, experiencias, deseos... y también estará ansioso y atento por oir lo que sus padres quieren contarle. La escuela sigue siendo un mundo agradable y está totalmente absorbido por ello, dándole a este ámbito más importancia que a cualquier otro entorno. Goza con los conocimientos que adquiere, se interesa por averiguarlo todo y sin sentir las responsabilidades que luego le traerán los cursos superiores. Pero dada su enorme emotividad y labilidad, los pequeños problemas de la escuela, las rencillas entre compañeros e incluso la actitud de su propio maestro, pueden transformarse en cortas pero profundas crisis.

La actitud ante cualquier hecho de éstos puede sufrir en un mínimo de tiempo enormes altibajos, que él siempre tratará de justificar con racionalizaciones y que lograrán preocupar y desconcertar a los padres.
El maestro sigue siendo una figura muy importante para él, pero su rol como tal pasa por un momento muy delicado. Esta es una etapa muy competitiva, el maestro lo sabe e intenta, consciente o inconscientemente, promoverlo en beneficio de unos mejores rendimientos, pero cada niño puede recibir este fomento de la competitividad de formas contrarias: para unos, puede ser fuente de acicate y superación, pero para otros, puede resultar contraproductivo y ser fuente de frustración, al creer que lo que se le pide no podrá alcanzarlo y como íntimamente pretende ser el mejor, tomar una postura pasiva y de derrota, ya que no llegará a ser de los primeros de la clase.
Los niños de 10 y 11 años empiezan a tomar conciencia de que están dejando de ser niños. Si bien su cerebro aún piensa como niño, el físico de un niño de diez u once años ya dejará de ser el de un niño para pasar a ser, poco a poco, el de un adulto. De allí que entre las características, producto de estos grandes cambios, a menudo se encuentre cierta torpeza.
Características de los niños de 10 y 11 años Los niños de 10 y 11 años atraviesan una etapa en la que cognitivamente, ya están entrando en la etapa llamada de las operaciones formales, por parte de Jean Piaget. El niño comienza a realizar operaciones y conceptos de mayor complejidad.
 A nivel emocional o afectivo, comienza la etapa genital del desarrollo psicosexual, con lo cual se ingresa a la adolescencia. El grupo de pares comienza a jugar un rol muy importante y los procesos identificatorios comienzan a operar de forma pronunciada.
El niño de diez u once años empieza a tomar conciencia de que está dejando de ser niño o más bien a percibir cambios físicos importantes. Es así que si bien su cerebro aún piensa como niño, su físico ya dejará de ser el de un niño para pasar a ser el de un adulto poco a poco. Esto puede variar según el niño, pero a partir de los 10 y 11 años hasta los 12 o 13, es que el cuerpo sufre varios cambios, que de alguna forma van a alterar al niño y lo pueden tornar algo torpe en sus movimientos.
El niño comenzará a hacer un duelo por la niñez que está perdiendo y comenzará a preocuparse por crear su propia identidad separándose de forma más pronunciada del grupo familiar aunque esto puede variar según el niño.


 


 


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